domingo, 13 de marzo de 2011

El arte de matar

Me cuesta entender y, desde luego, no comparto, el punto de vista de aquellos que llaman al artesanal oficio de torturar y matar arte.
Quizás se deba a mi corta edad o a mi visión adolescente de la realidad, pero no creo que torturar a un animal, en cierto modo, indefenso sea algo con lo que se deba disfrutar. Ver sufrir nos divierte. Solo esto explica algunos comportamientos humanos como el éxito de los programas de la tele que se basan en el sufrimiento de los demás. Recuerdo, por ejemplo, aquella exclusiva de “El programa de Ana Rosa”. Siempre queremos disfrutar del sufrimiento ajeno. Vemos películas cuyos protagonistas sufren por sentirnos identificados, o por sentirnos superiores. Pero no nos gusta ver como maltratan a un cachorrillo indefenso; nos sentimos culpables.
Cuan hipócrita puede llegar a ser una persona. No queremos ver un perro abandonado, pero disfrutamos viendo las corridas de toros por el simple hecho de que los toros tienen dos cuernos y son más capaces de defenderse.
Puede parecer exagerado, pero creo que muy pocos concebirían en pleno siglo XXI una lucha a muerte entre dos gladiadores como hace miles de años, sin embargo se le llama arte a hacerlo entre un toro y un hombre.
Está claro que el toro puede hacer daño al hombre, pero, en general, el hombre sale ganando y es el toro el que sufre. A todos les da igual. Les gusta ver como derrama su sangre. Y si algo le pasa al torero todo el mundo se entristece. Simplemente, no me parece justo.
“Pero el toreo es una de las tradiciones más antiguas que se mantienen en la actualidad”. ¿Me das la razón? Por tradición, a los que no siguen el cristianismo los quemamos en un hoguera; a los que se quieran divorciar, ni por asomo; y, desde luego, la tierra no gira alrededor del Sol.
Queda defendido el toro y todos los animales, que por no poder hablar o pensar como los humanos son tratados como seres inertes y sin sentimiento. ¿Si les pinchamos, acaso no sangran?
Y hablando de animales, es imprescindible mencionar a esa especie dominante: los políticos. ¿Qué hacen los políticos por los toros? Pues al igual que en el resto de los aspectos, nuestros políticos parecen ser bipolares. Creo que no soy el único que no le encuentra sentido a prohibir las corridas de toros pero no prohibir esas macabras torturas en festejos populares que consisten en prender las astas de los animales o atrocidades similares.
Políticos bipolares, unidos al deseo de sufrimiento ajeno (sin culpabilidad, por supuesto) del resto de los mortales, argumentos apoyados en la tradición y absoluta crueldad mantendrán, probablemente, este “noble arte” por muchos años.